El tiempo extra es un segmento de juego que se añade a la duración programada de un partido de fútbol para compensar las interrupciones que puedan producirse durante el mismo. El objetivo del tiempo extra es compensar el tiempo de juego que se haya podido perder como consecuencia de lesiones de jugadores, sustituciones, celebraciones de goles retrasadas, dificultades técnicas o demoras en la ejecución de las jugadas a balón parado.
El árbitro principal del partido es responsable de calcular el tiempo adicional registrando la cantidad de tiempo transcurrido en interrupciones durante el juego. El cuarto árbitro lo asiste mostrando el número de minutos añadidos a los 45 minutos normales en cada mitad en el marcador al final de cada mitad. Dependiendo del número de interrupciones, lesiones o sustituciones, la primera mitad suele prolongarse uno o dos minutos, y la segunda un poco más. El árbitro puede añadir cuatro o cinco minutos, por ejemplo, si hubo numerosas sustituciones durante la segunda mitad, contabilizando el tiempo necesario para cada una.
Es importante recordar que el tiempo adicional no es fijo. Si se producen interrupciones durante el tiempo extra, por ejemplo, debido a retrasos o lesiones de jugadores, el árbitro tiene la autoridad de prolongarlo dentro de los límites calculados. En estas situaciones, el juego continúa hasta que finaliza la acción de juego activa del atacante actual o hasta que las circunstancias permiten una interrupción segura del juego.
Dado que los equipos intentan utilizar el tiempo restante tanto como sea posible para alterar el resultado del juego, el tiempo extra es una parte crucial de un partido de fútbol. Dado que el resultado de los partidos se determina con frecuencia en los minutos adicionales, los fanáticos también esperan estos momentos con especial ansiedad. Esta compensación hace que el juego sea más equitativo al dar a los equipos más tiempo para ejecutar sus planes estratégicos y compensar los retrasos que resultaron en derrotas.